11.15.2007

Komei Juku Iaijutsu Argentina 2007 y la venida de Sekiguchi Sensei

El jueves 1/11 casi no pude dormir. Una cabeza llena de ansias y expectativas no me dejaba conciliar el sueño. Y esa emoción, esa espera fue el fruto de las constantes referencias y anécdotas de años anteriores que escuche de boca de mis compañeros, en las prácticas de preparación mensuales.
El viernes me levante, solo de estar recostado mirando el techo, con un dolor horrible en todo el cuerpo, un latido en la cabeza y una congestión nasal tan aguda, que el día anterior tuve que cauterizarme para no andar salpicando sangre en el dojo. Así, con 38 amigos de fiebre, me encaminé a Vicente López.
Vi a mucha gente conocida y a otros que tuve el privilegio de conocer en el mismo momento que cruzaban el umbral de la cancha de fútbol 5. A modo de bienvenida, a más de uno pedí ayuda para mover los arcos o trapear.
Las primeras horas las dio Moriya Sensei, quien cayó con su buena cuota de Suburi y Seigo Giri y Tate Iza, para ir precalentando. Debo decir, que casi me prendo fuego y muero calcinado. Por esos momentos, comenzaba a preocuparme mi integridad física.
Sekiguchi Sensei llegó cerca de la hora del almuerzo. Se presentó con amabilidad y alegría frente a todos. Pronunció unas pocas palabras, como antesala de lo que venía. “Los objetivos de este año son: Aprender a aprender, Aguantar lo inaguantable y Amar lo que se hace”.
Aquello que vimos los tres días de seminario general, y los 4 días siguientes, contando el de principiantes, no vale la pena describir. La cantidad de técnicas, formas, movimientos, aplicaciones y variantes fue tan extensa como entretenida. Me quedo con tres momentos, eso si, que me quedarán grabados para siempre en la memoria:
· Le pregunté a Moriya que haianuki estábamos haciendo y me contesto “Bangai”


· La súper ronda gigante donde pasábamos a hacer ukenagashi. No solo me quedan recuerdos de lo impresionante que era tener a la gente que se te venia encima, también fue el primer elogio que recibí de parte de Sekiguchi. Y fue una imagen impagable ver a Moriya Sensei y Sekiguchi Sensei haciendo el mismo gesto, con las manos alzadas y los pulgares arriba.


· El haianuki de chuden y las repeticiones de Mon Iri (90 y 70 dependiendo del grupo)

La práctica fue intensa. No imposible, pero si muy exigente, aunque creo que eso dependía de que tan duro fuera uno consigo mismo. A menos que fuera algo muy particular y Sensei te agarra para corregirte. Sin embargo puedo decir que nadie, o casi nadie se tiró a menos y todos dieron su mayor esfuerzo para comprender muchas cosas nuevas, tanto por ser la primera vez, o más difícil aun si se trataba de cambiar hábitos ya adquiridos.
Pero la práctica no era lo más importante, tenemos todo el año para hacerlo. Lo maravilloso era poder compartir el momento, lo grandioso era escuchar, ver, sentir a Sekiguchi. Esa forma de explicarlo todo rompiendo la barrera del idioma. Porque nadie entendía japonés, y menos a esa velocidad y verborragia; en palabras de una chica que nos tradujo unos momentos: “fue increíble, el bajo su nivel de japonés para que yo pudiera transmitirles lo que quería decir de forma más clara”.
La forma de moverse me sorprendió desde el primer momento. No tiene formas duras, es todo armonía, y a su vez, parece pivotar sobre la cadera, como un giroscopio sobre múltiples ejes, sus pies se deslizan sin fricción y el cuerpo sigue con un vaivén apenas perceptible. Es una fusión de postura correcta, de elasticidad, movimiento, firmeza. Como el Te no Uchi, no había fuerza bruta ahí, no había presión. En reposo las manos sostenían el sable, apenas, como acariciando el tsuka. Sabíamos, sin ver con certeza y precisión, que las manos solo se cerraban en los momentos de contacto, y luego volvían a tomar gentilmente, en descanso. Esas manos denotaban una vida de castigos físicos, entrenamientos rigurosos de los que dio nota en algunos comentarios, pero con tanta dureza no perdían la suavidad de un interior calmo y suave. Total armonía y conjunción de movimientos, que quedaba impresa es su forma de envainar, en ese difícil Kissaki Noto, que para él era un solo fluir continuo.
¿Cómo un ser puede expresar tanta alegría inocente a semejante edad? ¿Cómo tiene espacio para ese infante que sale a flor de piel cuando ríe y sus ojos desaparecen en líneas de piel entre ajada y tirante? ¿Hasta donde la imagen distorsionada de lo que debe ser un líder nos impide ver a un gran maestro?
No hay soberbia, no hay necesidad de modestia siquiera. Su humildad no se cuestiona, no existe. Sekiguchi no obra con humildad, obra con sinceridad. De todos los preceptos del bushi, aquel con el que me siento más identificado, es el que más fuerte sentí en él. Makoto. Las palabras, las acciones, la actitud, eran parte de lo mismo, nunca una contradicción.
Cada vez que nos corregía en algo, se adaptaba a nosotros, al nivel que manejábamos, y sabía cuando lográbamos algo. Por eso daba, pero no regalaba, elogios. Y es que observándolo sin ojos, a él y a mis compañeros, termine de cerrar una idea que tenía del iai. Que la practica es para nosotros mismos, que no hay comparaciones. Solo mejoramos con respecto a los pasos anteriores. Quizás “Aprender a aprender” también sea a muchos niveles. En estos días todos fuimos Dohai en algún momento. El saber que no importa los años de entrenamiento, incluso el soke, sigue siendo un alumno, y que todos aprendemos de todo, de todos. Sería trivial decir que solo se deja de aprender cuando uno muere, hoy pienso, que hasta que el fin llegue, lo único que nos detiene somos nosotros mismos. Y que bueno que el Iaijustu nos permita eliminar aquello que nos juega en contra, si “lo” dejamos, claro.

Encontré en Moriya y en Auday la mayor de mis referencias locales. En esa forma tan clara, sincera de explicar, de aguantar, de entregarse. De ser alumnos y docentes, Sensei, Dohai, hombres, compañeros. Personas. De ofrecer algo tan simple como una palmada, una sonrisa, una broma.
Me vi inmerso en miradas de concentración sin fisuras, de asimilación conciente o abstraída. No era común ver a alguien al parecer absorto y perdido, y que luego supiera, o hallara más que el que intentaba capturar todo en su retina y mente; y eso pasaba. A mi me pasaba, y se que por lo menos a otra persona.

Los errores pasan a segundo plano, con el tiempo, tengo la esperanza que encontraré la forma de avanzar en mi camino, nunca comparándome con otros, siempre intentando ser mejor, entendiendo, haciendo, viviendo el Iaijutsu. Cuando en la cena, Sekiguchi me dio el Kanji “Iaijutsu” se me cruzó un pensamiento, al instante en que encontré esa mirada cansada y llena de vigor. “Soy Iaijutsu”. Soy lo que hago, lo que digo. Es mi forma de ser, Makoto.
Es una sensación tan gratificante que una persona como Sensei te haga sonreír. El hombre te esta matando... ¡y eso me llena de alegría! Podes relajarte y dejar que tu forma real de iai salga, se vele si es preciso. Nada que ocultar, nada que guardarse ni disfrazar. Sekiguchi no guarda nada, ese es el primer ejemplo a seguir.

A mis compañeros de Dojo, la gente de Vicente López, un agradecimiento profundo. A Salvatico, porque no se acobardó y se puso conmigo en primera fila, bien pegado al soke. A Kitashima, porque aunque si te agarraba te enterraba con su kirioroshi pasado de rosca, y se pusiera nervioso, demostraba que a veces, la actitud lo es todo, si nace de adentro. Y Noval, Luongo, Ninja Blanco (jejeje no recuerdo el nombre) a quienes acompañe en el grupo de principiantes, e hicieron todo bien, adaptándose, sin dureza, desgano o distracción.

Tengo mi cabeza, mi corazón y alma revueltos. El tornado arrasó con todo a su paso y cambio de lugar todas las cosas. Así me quiero sentir siempre, con esta libertad. Se que siempre va a estar signada por miramientos, miedos, prejuicios, adversidad. Solo pequeñísimos obstáculos.
Así llego al final de este caótico texto. No tiene orden, porque no tengo orden, no siento que haya necesidad de él. Hay tantas cosas que no puedo decir, tantas que quisiera hacer y demostrar, siempre lo difícil es empezar de cero. Precisamente, empezar de cualquier punto.





2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya le dije a quien me preguntó por tu impresión del seminario "ese joven quedó tansformado hasta en lo físico". Y vos lo corroboras aqui mismo. Bienvenido el tifón Sekiguchi que lo revuelve a Makoto San.

Unknown dijo...

Muy bueno Roude. Lo felicito por la claridad con que pudo describir lo que significa para muchos de nosotros IAI e I-Shin. Un placer tenerlo de compañero.