11.22.2007

Poesia

Ciudad Asesina


Capital ajetreada y paranoica,
transeúntes de carne, hueso, traje y corbata.
Viajes en monstruos que sudan grasa.
Transporte urbanos que con negros humos mata.

Ayacucho y Córdoba, caminantes ciegos,
Corrientes y Callao, caminantes apurados.
Algunos cruzan por los puentes hasta las veredas,
otros prefieren pasar por el mar de brea.
Los Tachos chillan ante semejante osadía.

Consumo masivo en las ciudades;
hoteles, cines, cafés, bares.
Ni fábricas, ni artesanos, ni editoriales.
Solo edificios carcelarios de oficinas,
donde desgastan gente las multinacionales.

Olores extraños, combustión y grietas,
iglesias y casas de vidrio y piedra.
Diarios y revistas en cada esquina.
Entre torrentes de hirviente líquido amargo,
ulceras calvas compran por la primera plana.

Contaminante Buenos Aires, gris veo tu cara.
En las plazas estresadas no quedan pájaros,
las palomas ciudadanas sin corbatas
vuelan de antena a antena, sobrevolando desesperanza.





El suelo asfáltico es una lija oscura
que desgasta los pies al andar.
Gotas de lluvia ácida queman tu pelo,
se entumece el pensamiento al respirar.
La Metrópolis se alimenta sin dejarte escapar.


Unas Lámparas de gas moderno
flacas sombras se deslizan.
Los postes, semáforos, árboles,
se congelan en la noche porteña.
Cuando brillan estrellas artificiales.

Promesas vacías en la Costanera,
superficial engaño social.
Vuelan mentiras con alas de neón.
Hombres tristes descargan barcos,
sus brazos esperan el alivio postergado.

Hormigas nocturnas y sonámbulas
caminan tras la dulce carnada.
Carruajes bicolores que cuentan historias,
un ruido constante que se hace silencio.
Mendigos durmiendo sin sueños.

En las sucias esquinas olvidadas
se arremolinan los temores humanos.
El Robo con rápidas y viles manos,
los ojos del Homicidio observando;
Lujuria ofreciendo carne a buen precio.




Sin vida, sin luces reales,
la ciudad desierta no duerme,
espera que el movimiento se acelere;
espera que le gente despierte.
Ella de noche también sueña.


El rocio baña los pastos,
agita las copas, la brisa rioplatense.
El latido mecánico de los relojes,
cambia los colores del cielo.
Los espejos desvían la atención,
reflejando amaneceres probables.

Los trenes serpentean de nuevo.
Cartoneros y mendigos desaparecen.
Papeles, infusiones circulan entre los seres.
Y el cemento absorbe toda la sangre,
como el intestino de un vampiro gigante.


Pájaros Suburbanos


Eleva la chicharra su canto a los cielos
y el sonido aserrante inunda la plaza.
También se hacen presente los zorzales
silbando con afinadas canciones,
con letras de amistad, juego y alas

Frente al Paraíso aterrizan los gorriones,
escandalosos habitantes del bosque suburbano.
Corren torpemente escapando de los niños
para remontar vuelo al recodar su especie
y saber de sus plumas al volar

Entonces llegan los Horneros al lugar
abandonado por los pequeños humanos
Recogen ramas y hojas, agua de la fuente.
Al final vuelven al árbol a construir un hogar.
Piedra, barro y música de aves vecinas

Los pastos no se inquietan ante el viento
ni al batir de aire de plumas multicolores
Hay alas dibujando figuras entre obstáculos,
escribiendo letras olvidadas de lenguaje animal
y las palabras hablan de libertad

Chingolos y Tacuaritas saludan al caminante,
iluminan el día con sus brillantes ropas.
Aun cuando grises son sus cuerpos,
el sol brilla en los pechos de algodón.
No hay lluvia en los corazones



Son los días de octubre en Pacheco,
hasta los chimangos parecen amistosos;
pero mantienen el porte altivo,
herencia de águilas y halcones extintos.
No hay lugar para temores en primavera

Las palomas sufren sin embargo
se ven rodeadas de bulliciosa compañía.
Añoran la tranquilidad de otra época,
prefieren una residencia exclusiva
y alimento de señores mayores y novios

Con la caída de la noche se retiran.
A distintos árboles vuelan en silencio,
se despiden con tenues silbidos.
Sin canciones de cuna, a dormir van
los pájaros de mi ciudad enceguecida


Ver

¿Qué ven tus ojos cuando se posan en los míos?
La mirada perdida, es buscar lo imperceptible.
La mirada fija, es querer pasar las máscaras que usan.
Hay otras formas de ver.

Hay una calandria, que todos los días se para en el balcón, frente a mi ventana. Nunca puedo fotografiarla.

Vivo rodeado de pájaros, muchos, variados. El Zorzal de pecho colorado, las calandrias con sus colas pendulantes, Tacuaritas minúsculas que cantan con trinos brillantes. Humildes horneros y gorriones. Algún Chingolo, Carpintero o Picabuey extraviados.

Muy pocas palomas.

El ojo de mi cámara no las capta,
sus fotografías quedan impresas en mi retina.


Luz Fría

El faro que ilumina las calles se enfría,
sus luces doradas no calientan el aire
y las gotas desaparecen en la luminosidad.
El faro espera el camino, no lo vigila.

Las voces se disipan en la vereda.
El destello de reflejos oculares corta el aire,
sacude las hojas de los plátanos erguidos.
El sol artificial opaca a la luna y las estrellas.

Se olvidan verdes, azules, amarillos y blancos;
crece el negro, en sombras largas sin deseos.
Y los caballos corren por el gris terreno.
Sus mentes confundidas; sus ojos, ciegos.

Con el cuerpo de hierro, se para firme.
Enciende su espíritu inventado, lo quema
y ofrece su alma a los hombres indiferentes.
El Faro invisible, de mágicas luces frías.

Ilumina el sendero que no se ve en la noche.
Ilumina las vidas que no reconocen el día.
Ilumina mi camino.


Ich vermisse sie


Una emoción, un sentimiento, que cava profundo en mi pecho.
Es tan hermoso como angustiante. Dulce y amargo.
En el paso del tiempo.

Cada segundo, en latidos, sin respiración.
La espera es apnea, que me oprime, me deja inmóvil.
Para eso, por eso; calma...

La ventana de vidrio mira, con múltiples caras.
Fuera las gotas de sol se cuelan por los burletes,
y mueven las ramas, mis suspiros.

La luz me llena, con calor y brillo.
Ciega todos los ojos, en la espera; pero respiro.
No hay nadie pero si sol.

Alucino.
Al final tanto sol, luz, primavera, foco, olvido,
el amor me da ojos, un lado invisible.
Los ojos del corazón te ven, cerca.

Y la vigilia termina, cuando llega el sueño despierto.
Ich vermisse sie

2 comentarios:

Pablo! dijo...

wow... mucho para leer...
simplemente leí el primero... por ahora
Buenos Aires, qué decir... es una gran bestia que todo lo devora, pero no podría vivir alejado de una urbe con este estilo asesino, irrespirable, estresante...

que ande bien señor escritor

Pablo!

inespoe@gmail.com dijo...

Tengo una contradicción, el primer poema, parece prosa, buena, buenísima prosa.

No me hagas caso, Matías, pero ahora pienso que tu prosa parece poesía y tu poesía prosa. Buena poesía, buena prosa...

El segundo poema, muy bueno, parece poema, me gustó.

Tienes madera de escritor, Matías, tienes madera...